Este día, 29 de septiembre, en que la Iglesia celebra a todos los santos ángeles, cabe hablar de ellos y su relación con la astrología. Desde sus orígenes, la astrología relaciona a los planetas con diversas inteligencias. En primer lugar, a cada planeta corresponde una divinidad (o más de una), luego, bajo ésta, sirven diversas divinidades menores, y luego mensajeros, funcionarios espirituales y diferentes tipos de seres o espíritus, luego las almas desencarnadas y finalmente, las almas encarnadas, el último eslabón de estas complejas jerarquías cósmicas, las cuales forman un gran entretejido o encadenamiento que depende de uno u otro planeta: los dioses del destino sostiene en sus manos unas grandes cuerdas con las que enlazan a la totalidad de las cosas, de acuerdo con la tradición mesopotámica. Tras esta, los griegos asociaron a los planetas con sus dioses y asimismo un extenso ordenamiento jerárquico de arcángeles, daimones, ángeles y héroes subordinados a los dioses planetarios y concebidos como sus agentes funcionales.
Posteriormente, con el desarrollo de las tres grandes tradiciones abrahámicas monoteístas durante la antigüedad tardía y la edad media (por supuesto que el judaísmo es más antiguo), el lugar de los dioses fue tomado por los llamados nombres divinos, bajo los cuales se sigue subordinando a arcángeles y ángeles de los planetas, los cuales presiden sobre legiones de espíritus. No obstante, en algunos casos, conviven dioses y nombres divinos presidiendo sobre las jerarquías angélicas, siendo extraordinario testimonio de ello el Picatrix, uno de los más importantes manuales de mística astrológica del medievo y renacimiento en occidente, fruto del platonismo hermético árabe.
Si bien continuaré publicando en este blog sobre los ángeles de los planetas, de momento cabe resaltar que la angeología de las tres grandes religiones está estructurada astrológicamente. Esto es, el orden de los coros angélicos se corresponde y deriva del ordenamiento planetario antiguo. En el caso del cristianismo, la cuestión quedó estandarizada por el cristiano platónico, el pseudo-Dioniso Areopagita, ordenamiento que seguirá Tomás de Aquino. Pero quizás más relevante aún es el motivo de los Siete Grande Ángeles frente al Trono Divino, obviamente relacionados con los siete planetas clásicos y cuya presencia en la tradición ritual astrológica podemos atestiguar hasta el día de hoy. Se conserva una buena cantidad de literatura de la mística astrológica –grimorios– no sólo antigua sino también de los magos europeos y americanos modernos (siglos xvi-xvii en adelante), la cual implica el desarrollo de una relación directa con estas inteligencias; una manera diferente de conocer, de vincularse con el simbolismo astrológico, con su energía. Pues debe de quedar claro que los planetas no son simples rocas y bolas de fuego estelar sobre las que proyectamos nuestra psicología, entendida en la modernidad como nuestra dinámica interior, sino que se trata de inteligencias autónomas, auto-concientes y sabias, las cuales enlazan nuestra dimensión interior con la dimensión exterior, y, a ambas, con la dimensión divina. Se trata de una cuestión, a final de cuentas, tanto metafísica como teológica, para la cual la astrología moderna psicológica no está preparada, le rebasa en su capacidad; una cuestión que prefiere ignorar.
En el catolicismo, una caso excepcional de devoción a los siete grandes ángeles lo es la Capilla de los Santos Ángeles que se encuentra en la catedral de la Ciudad de México (máximo santuario del catolicismo mexicano, junto con la Basílica de Guadalupe, claro), la cual únicamente se abre en este día en que se conmemora a San Miguel y al resto de las inteligencias celestes, mayormente desconocidas por el fiel común, para la conmemoración de un bello servicio dedicado a los ángeles. Y sin embargo, en el retablo de la capilla podemos apreciar a los siete grandes ángeles, aquellos comúnmente concebidos como Arcángeles. Los nombres de los grandes ángeles de los planetas más conocidos y usados en la mística astral, son: Tzafkiel y Cassiel (Saturno), Tzadkiel y Sachiel (Júpiter), Kamael y Samael (Marte), Miguel (Sol), Haniel y Anael (Venus), y finalmente Gabriel (Luna). Pero también grandes arcángeles se relacionan con los planetas modernos, con los transpersonales, como es el caso de Ratziel y Uriel Serafín (Urano) o de Metatrón y Asariel (Neptuno). También en la literatura mágica clásica, los grandes ángeles son llamados Saturniel, Joviel, Martel, Soleil, Venusiel, Mercuriel y Lunael. Y por cierto, también hay doce grandes ángeles correspondientes a los signos del Zodíaco así como a los cuatro elementos y las direcciones cardinales.
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