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Mi maestro Robert Zoller (con quien estudié y conviví directamente) solía decir, hacia mediados-finales de los noventas, medio en broma y medio en serio, que él predecía que en las próximas décadas observaríamos una tendencia a la integración entre la astrología tradicional y la astrología moderna. Cabe remarcar que dada su naturaleza metódica y ordenada, la astrología tradicional aporta una estructura a la que se pueden integrar muchas de las intuiciones o contribuciones más importantes de la astrología moderna, en muchos casos moderadas o incluso corregidas por la perspectiva tradicional. Digamos que, como sistema, la astrología tradicional es mucho más “grande”, más compleja, a la vez que mucho más demandante en lo técnico (lo que permite mucho mayor precisión en el análisis), pero no se reduce solamente a la horoscopía, a ser una técnica de interpretación de cartas astrales, siendo inseparable tanto de un aspecto filosófico y contemplativo como de un aspecto remedial y mágico o ritual, es decir, se trata de un paradigma integral. Querer enfundar a la astrología en la camisa de la psicología moderna (o peor ¡de la ciencia!), es no sólo absurdo (por ser imposible), sino, a estas alturas, insostenible; como también lo es, por parte de los “modernistas”, el pensar que la psicología profunda es moderna, que la perspectiva psicológica en la astrología, es nueva, según esto, ausente en la astrología tradicional, luego infantilmente caracterizada como un rígido ejercicio predictivo fatalista.
Me parece que hay que considerar que la astrología moderna es una versión muy simplificada de la astrología tradicional; una versión “light” y deslactosada (muy desordenada a la hora de interpretar, donde todo parece valer lo mismo, o peor, luego parecen más importantes Plutón, Quirón, o el nodo norte lunar, que el Sol o Venus, por ejemplo; preocupa más un quicuncio de Lilith con Palas que una cuadratura Luna-Marte, por decir). Esta consideración implica una cierta pero significativa continuidad entre ambas astrologías, no una maniquea diferencia absoluta o total independencia; continuidad que a su vez implica complementariedad (en términos del paradigma integral referido).
Por otra parte, también encuentro que incluso pocos de los practicantes de la astrología tradicional tienen una apreciación completa -tanto teórica como práctica o vivencial- del paradigma holístico que esta integra: sus aspectos teológico y metafísico así como remedial y ritual o mistérico, anteriormente referidos (no sólo la horoscopía, decíamos). Además, y como suelo decir a mis estudiantes que luego quieren ser muy puristas (y es que algunos de los practicantes de la astrología tradicional luego son más papistas que el papa), no tenemos una máquina del tiempo para ir a la época del helenismo o a la edad media para hacer astrología, sino que siempre hacemos astrología hoy, dentro de nuestro contexto, no totalmente determinados por éste -o casi-, salvo que seamos concientes de ello, como ocurre con las modas, por ejemplo (como ocurre con la astrología tradicional que se ha puesto ahora muy de moda, por cierto). A lo largo de épocas muy diferentes entre sí en la antigüedad, observamos en la astrología la adaptación de sus principios fundamentales de un modo muy consistente, muy coherente, de una manera tanto rigurosa como flexible: un estado de tensión creativa entre tradición e innovación, donde los descubrimientos y avances científicos son (re)contextualizados en referencia a la tradición, la cual da como un marco de contención cultural, digamos. Algo de lo que justo adolesce la astrología moderna precisamente en cuanto tal.
Sin embargo, las cosas han cambiado nuevamente tras el vital impulso de recuperación, de renovación de la también llamada astrología clásica; recuperación, por cierto, en paralelo a la vibrante recuperación de paradigmas filosóficos de la antigüedad en sus aspectos prácticos, como formas de vida y prácticas espirituales que tienen un valor actual y contemporáneo. Paradigmas como el de los platónicos tardo-antiguos (Plotino, Porfirio, Jámblico, Proclo, Simplicio), quienes fueran los más importantes filósofos de la astrología; practicantes experimentados, científicos místicos, maestros de la edad media (musulmana, judía y cristiana) y el renacimiento, quienes nos enseñan que la carta astral es un mapa tanto científico como poético, por lo tanto, se interpreta tanto formal y racionalmente, metódicamente, como intuitivamente. En el modelo psicológico de la filosofía antigua, la intuición refiere a una meta-racionalidad, como una forma de comprensión inmediata, coronación del método; no la alternativa hippy al conocimiento formal, como luego parece que se concibe a la intuición en la astrología moderna. La intuición viene después del dominio del método formal, el cual, de hecho, sirve como el receptáculo de la intuición. Pero es como tocar un instrumento, digamos, donde la inspiración viene tras el dominio técnico de las formas, del instrumento y el método. Y en el método (méthodos: camino), me parece que está la clave de potencial integración entre la astrología tradicional y la moderna, de la segunda encauzada por el método estructurado a la vez que flexible de la primera, un camino de sabiduría integral, camino que nos lleva hacia nosotros mismos, al Sí-mismo.
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