Por “Capulus”
Conferencia presentada en el 2do Encuentro de Astrólogos en México, ENASTROME, Ciudad de México, 5 de Mayo 2013.
Esta conferencia la dividiré en dos partes, una primera parte que me tomará no más de veinte minutos, donde hablaré sobre el contexto histórico mínimo y los principios filosóficos básicos para comprender la práctica de la llamada magia astrológica. Y una segunda parte, el resto de la conferencia, donde presentando ejemplos basados en el análisis de cartas natales, horarias y de eventos; buscaré ilustrar cómo se aplican algunas de estas prácticas rituales, ejercicios simbólicos y contemplativos que conjugan metafísica y psicología con técnicas terapéuticas y cuya orientación es tanto mundana como espiritual, pues para la visión del mundo y la existencia en donde originalmente se desarrolla la astrología, divinidad y mundo no son dos cosas distintas sino dos aspectos de una misma realidad, y lo que llamamos nosotros espiritualidad consistía en el arte de integrar ambos aspectos aquí y ahora, unir trascendencia e inmanencia en la experiencia de una sola realidad total y compleja, pero al mismo tiempo, unidad absoluta más allá de cualquier par de opuestos o polaridades y por lo tanto, realidad contraria a cualquier interpretación dualista de la misma.
Magia o práctica ritual astrológica la cual, de hecho, ha formado el núcleo esencial, el corazón surtidor de los motivos simbólicos e imágenes principales de las tradiciones mágico-religiosas de lo que hoy llamamos Occidente. Desde la más temprana historia de la humanidad atestiguamos el indisoluble vínculo que nuestros ancestros reconocían entre fenómenos celestes y divinidad. Incluso en la visión cristiana del mundo, en términos generales visión compartida por las tres religiones abrahamicas, es decir, la visión dominante acerca del universo en la llamada cultura occidental, la cual, en tantos sentidos es contraria, diametralmente opuesta a la comprensión astrológica del mundo y el universo de la propia tradición astrológica; incluso en esa interpretación de la realidad que es la mitología bíblica, dominan los motivos cosmológicos para representar a la divinidad. Menciono esta tensión entre el modelo de comprensión del mundo, la vida y el ser humano en el judeo-cristianismo y la astrología propiamente, cuyo origen, en la forma que la conocemos, la reflexionamos y practicamos, es griego; menciono esta tensión, reitero, pues hay que tener en cuenta que el newage o nueva era y el esoterismo occidental moderno son productos del Cristianismo, compartiendo con el mismo una visión dualista de la realidad (un dualismo espíritu/cuerpo y divinidad/mundo); esto incluye a pensadores como Jung. Ahora, esto no es un problema exclusivo de la historia de la Astrología, sino que pertenece a una dinámica cultural mayor que incluye la historia moderna de la Filosofía y la Ciencia donde prácticamente todos los grandes nombres corresponden a pensadores con un fuerte compromiso religioso cristiano, de una denominación u otra, cuando no directamente son sacerdotes. Pareciera que al día de hoy la ciencia cumple papeles análogos al de la religión anteriormente; la ciencia ha tomado su lugar. Ahora, si bien el paradigma de comprensión cristiano ha sido, culturalmente, el paradigma dominante, los últimos cincuenta años aproximadamente ha habido enormes cambios, profundas transformaciones en nuestras creencias acerca de las creencias de las culturas antiguas, ya no necesariamente vistas como expresiones de pensamiento primitivo, salvaje y supersticioso, pseudo-ciencia, etcétera (aunque paradójicamente al día de hoy incluso hay muchos astrólogos que piensan así) sino formas de pensamiento complejo y muy sofisticado pues reconoce a su vez otras formas de pensamiento alternas y superiores a la racionalidad discursiva o lo que comúnmente llamamos razonamiento; formas de comprensión que además directamente vinculan y posibilitan un dialogo con el mundo y con el cuerpo, a diferencia del pensamiento discursivo consiente que en su ejercicio de separar y distinguir, potencialmente puede enajenarse, confundiendo conceptos e ideas con la realidad, pensando, por ejemplo, que la distinción entre cuerpo y mente o entre divinidad y mundo corresponde literalmente a dos cosas distintas…la trampa de Saturno, dicen los textos herméticos antiguos.
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