En este curso breve, aprenderemos la teoría y la práctica de las horas de los planetas.
Cada día de la semana está regido por un planeta, pero también cada una de las veinticuatro horas del día está regida por un planeta en un orden específico, lo cual nos permite organizar las actividades de nuestros días de acuerdo con aquel ordenamiento para así asegurarnos mayores probabilidades de éxito, de armonía y productividad en dichas actividades.
En este curso conoceremos acerca de las horas de los planetas, qué son y cómo se usan. Aprenderemos acerca de este sencillo sistema astrológico que nos permite determinar cuál es el momento más oportuno para realizar tal o cual actividad, sea de carácter espiritual o de carácter mundano, tratándose de un sistema integral que permite ambas aplicaciones, pudiendo usarse tanto para los rituales y la meditación como para realizar cualquier iniciativa cotidiana.
Lunes de 7 a 9 pm. Inicio: lunes 29 de noviembre, 2021.
En nuestra imaginación colectiva, el número 7 evoca todo tipo de asociaciones misteriosas que lo convierten en el número místico por excelencia, como representando a la divinidad misma. En la cultura popular, por ejemplo, se repite comúnmente que es un número “cabalístico”, signifique eso lo que signifique… Desde luego la principal referencia de donde se deriva el simbolismo del número 7 son los siete planetas clásicos: el cosmos geocéntrico donde la Tierra se halla envuelta por las siete esferas planetarias concéntricas, las cuales conforman el alma cósmica, encontrándose más allá de esta, a continuación, la inteligencia universal, el ámbito inteligible o espiritual, identificado con la esfera de las estrellas fijas, las constelaciones; comúnmente esta es considerada la octava esfera. Tras esta encontramos una o dos esferas más, la última correspondiendo a la divinidad que todo lo abarca a la vez que lo trasciende; primer principio de donde todo procede, también comúnmente descrito como un proceso de irradiación o emanación luminosa desde un centro.
Aquella es propiamente la primera esfera, de la que surge a continuación la inteligencia y luego las siete esferas planetarias en el llamado orden caldeo: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio, Luna. Y finalmente la Tierra, el ámbito de lo natural, lo físico, lo corporal; comúnmente, la décima esfera, pleno despliegue o expresión del proceso emanativo que tiene su inicio en el primer principio, la unidad. Esta dinámica de la creación, la cual se da en orden descendente, si bien tiene su origen en la divinidad, y su principio causal en el ámbito de las esencias, de lo inteligible/espiritual, al que corresponde la eternidad, tiene su inicio temporal en el ámbito del alma, las esferas planetarias. Temporalidad que, al ser cíclica (imagen móvil de la eternidad, dirá Platón), producirá un cosmos eterno, es decir, sin principio ni fin temporal; en rigor, no exactamente eterno (atributo de lo esencial/espiritual) si no perpetuo. Dicha dinámica de la creación, pues, se expresa en las revoluciones de los planetas como un verbo divino, como si los planetas fueran letras, dirá otro platónico (Plotino). Corresponde al alma del mundo la modelación de la realidad sensible, producción que tiene su agencia en las siete facultades o potencias que la conforman, y que simbólicamente se lleva a cabo en siete días. El día es la unidad natural de tiempo más básica de la creación: un ciclo solar, análogo a ese otro ciclo solar fundamental para la creación que es el año.
El proceso referido es ilustrado por el relato del Génesis, donde la creación se da en siete días, los cuales expresan el orden caldeo de los planetas, con los cuales los judíos estaban familiarizados. Posteriormente, los romanos siguieron el modelo caldeo de la semana de siete días, empleando las correspondencias planetarias greco-romanas, semana que seguimos empleando hasta el día de hoy. Pero no solamente cada día corresponde a un planeta, sino que cada día es dividido en veinticuatro horas, doce horas diurnas y doce horas nocturnas, cada una de las cuales está regida también por uno de los siete planetas clásicos, sistema que se sigue empleando hasta el día de hoy, si bien cabe aclarar que no son exactamente las veinticuatro horas del reloj; se trata de hora y días naturales, no legales; días que comienzan al amanecer como sería obvio pensar: ¡¿a quién carambas se le ocurrió que el “día” comienza a la media noche?!
El que cada una de las veinticuatro horas del día está regida por un planeta en un orden específico, nos permite organizar las actividades de nuestros días de acuerdo con aquel ordenamiento para así asegurarnos mayores probabilidades de éxito, de armonía y productividad en dichas actividades. Se trata de un sencillo sistema astrológico que nos permite encontrar cuál es el momento más oportuno para realizar tal o cual actividad, sea de carácter espiritual o de carácter mundano, tratándose de un sistema integral que permite ambas aplicaciones, pudiendo usarse tanto para los rituales y la meditación como para realizar cualquier iniciativa cotidiana. Si quieres saber más acerca de los días y las horas de los planetas, te invito a mi próximo webinar ( https://fb.me/e/29ODXB7B1 ), sábado 13 de noviembre, de 11 a 12:30. Costo: $400. Info/inscripciones: capulus7@gmail.com
El hermetismo se concibe a sí mismo como una piedad filosófica, o religio mentis: una interpretación filosófica profunda del culto religioso que implica un progresivo conocimiento directo de la divinidad, experiencias místicas personales. La enseñanza hermética, más allá de lo teórico, supone posibilitar la gnósis (conocimiento), un desarrollo y ascenso espiritual progresivo. Para el hermetista la verdad no es un objeto de búsqueda intelectual sino una fuerza viva, una fuerza catalítica en sus vidas. En los tratados se contrasta la sabiduría revelada por Hermes con el “ruido de palabras” de la filosofía griega. La filosofía, que habría de ser comprendida como el esfuerzo por conocer a la divinidad mediante la contemplación frecuente y la santa piedad, se confunde con la mera especulación, cuando la ciencias habrían de ser solamente un medio, no un fin. Ahora, cabe aclarar que expresiones como éstas son hechas en griego y empleando argumentaciones filosóficas. De hecho, el hermetismo representado por los tratados del Corpus Hermeticum y los recuperados en la antología de Estobeo, o por el diálogo Asclepio (el único tratado que se conserva en latín, habiendo sido traducido del griego) y las Definiciones herméticas, es inseparable del platonismo, el cual también critica severamente la reductiva concepción de la filosofía a su aspecto racional formal, como meras teorías y discursos, alienada de su aspecto espiritual, intuitivo y práctico.
Hay que resaltar que también están íntimamente emparentados el llamado gnosticismo (en sus diversas variantes cristianas y judías) y el platonismo. El hermetismo es una forma de gnosticismo greco-egipcio, según ya hemos señalado. Estamos hablando del hermetismo clásico, digamos; el fenómeno original de la antigüedad, con el que difieren, a veces más, a veces menos, desarrollos e interpretaciones posteriores, como la llamada Tabla Esmeraldina, un texto del hermetismo islámico medieval, o bien, casos tan tardíos como el llamado Kybalión, muy popular en el esoterismo comercial contemporáneo; texto que apenas y tiene algo que ver con el hermetismo salvo que es atribuido a Hermes Trismegisto, habiendo sido escrito por teósofos ingleses de principios del siglo xx (se conocen sus nombres), el cual texto se halla muy lejano (en sus teorías, terminología, visión o concepciones) de lo concebido por el “tres veces grande” (con lo cual no estoy cuestionando su valor, si es que lo tiene… no importa cuán popular sea el texto).
La visión que nos presentan los textos herméticos acerca de la divinidad, el cosmos y el ser humano, es una en donde hay un vínculo indisoluble entre estos tres términos, partiendo de la proposición básica de la unidad del universo: Todo es uno, todo deriva del uno. El cosmos ha sido creado para que el ser humano, por medio de este, pueda contemplar al creador, principalmente, admirando los cielos, empleando la astronomía/astrología. Al ser humano le corresponde asombrarse frente al cosmos y adorar las cosas celestes a la vez que habitar y gobernar las de la tierra; su función es la práctica de las artes y las ciencias para que el mundo alcance la perfección. La finalidad del ser humano es el servicio y la veneración de la divinidad; el trabajo de conservar el cosmos y ser piadoso para con dios. El ser humano conoce a los dioses al descubrir el arte de las imágenes; imágenes divinas producidas en coordinación con el logos astral y por lo tanto, efecto del mismo, resultado de la actividad de los dioses. En el caso del hermetismo, la creatividad divina es amorosa, la naturaleza erótica de la divinidad siendo como uno de los misterios centrales del hermetismo. No solo el ser humano desea conocer a la divinidad sino que la divinidad misma desea también ser conocida por el ser humano, a quien asiste en su búsqueda.
Mencionamos en la primera parte de esta publicación que en la revelación de Trismegisto, la astrología tiene un papel central; es la llave del camino de Hermes, el cual integra a la ciencia astral (astronomía y astrología) con la magia (entendida como como práctica ritual de piedad cósmica), la medicina y la alquimia, así como con cosmología, la metafísica y la teología, en un sistema integral de desarrollo espiritual. La contemplación cosmológica, el conocimiento acerca de los astros, tiene un carácter preliminar, intermediario y preparatorio para el conocimiento de lo divino. Los textos herméticos presentan una continuidad de la actividad divina en todos sus niveles superiores e inferiores, divinos y terrestres, donde todos los fenómenos están vinculados por la simpatía cósmica establecida por los poderes divinos que todo lo ligan, las energías de los planetas. Todo se haya entrelazado. Hay una heimarmene, un destino, entendido como la organización del todo, expresado por lo celeste como organizador de lo terrestre, destino ejecutor de todas las cosas, instituido por leyes divinas así como por la necesidad de que se cumplan todos los acontecimientos, enlazados entre sí como los eslabones de una gran cadena. El hermetismo enseña, mediante la contemplación y la práctica ritual, el ascenso hacia lo principal o primero, más allá del destino y la naturaleza, empleando para ello la observación del tiempo oportuno por medio de la astrología.La revelación del Padre de los filósofos es Mercurio hablándonos; “nuestro” Mercurio, el de nuestra carta astral, el que habla y piensa cada vez que nosotros hablamos y pensamos. Mercurio nos enseña cómo emplear correctamente nuestro Mercurio, cómo trabajar espiritualmente con él. Si quieres saber más acerca de Hermes Trismegisto y su filosofía espiritual de la astrología, puede interesarte nuestro próximo webinar, el sábado 23 de oct., a las 11 am (horario de la Cd. de México): https://www.facebook.com/events/193561759580146/?ref=newsfeed
“Porque los egipcios cultivan una filosofía que les es propia. Esto se manifiesta sobre todo en sus ceremonias sacras. Pues primero avanza el cantor, sosteniendo algunos de los símbolos de la música. Sostienen que éste debe llevar dos libros de los pertenecientes a Hermes, uno contiene himnos de los dioses y el otro un cómputo de la vida del rey. Y a continuación del cantor avanza el astrólogo con un reloj en su mano y una palma, los símbolos de la astrología. Debe tener los libros astrológicos de Hermes, que son cuatro, siempre en los labios. De ellos, uno trata sobre el orden de las estrellas fijas que son visibles, y otro sobre las conjunciones y apariciones luminosas del Sol y de la Luna.”
Clemente de Alejandría, Stromata, VI.
Fue en el imperio romano donde terminó predominando el mito del orígen egipcio de la astrología, la magia y la alquímia, atribuidas a un antiguo filósofo llamado Hermes Trismegisto, a quien se le atribuye también la autoría de una colección de tratados teológicos, comúnmente conocida hoy en día como el Corpus Hermeticum, así como diversos tratados de naturaleza práctica, manuales de técnicas de lo sagrado, como las ya mencionadas. Ambos tipos de tratados, filosóficos y técnicos, a su vez formaban parte de una escuela espiritual o tradición mistérica, asociada con los templos en el imperio dedicados a las divinidades egipcias helenizadas, lo que en la antigüedad misma era llamado el camino de Hermes, y con el que más o menos coincide lo que hoy en día es denominado como “Hermetismo”, el cual, en sus versiones modernas (como ocurre con tanto de la espiritualidad occidental contemporánea), en la mayoría de los casos es un derivado diluido, cristianizado y muy intelectualizado, superficial y comercial.
Claro que griegos y romanos también relacionaban los orígenes de la astrología con los caldeos y los asirios así como con Zoroastro y con Orfeo, por ejemplo. Sin embargo, la figura más relevante a este respecto en el occidente latino cristiano fue la del profeta greco-egipcio, resultado de una amalgama del dios Hermes y el dios Thoth. El sabio “tres veces grande” fue reconocido por los primeros padres de la iglesia tanto como por los filósofos helenos, como uno de los más importantes teólogos. Posteriormente, la tradición medieval, sobre todo por influjo islámico, también tendrá presente su figura. Pero el impacto más reciente y profundo en la cultura occidental que ha tenido el venerable Pater Philosophorum (Padre de los Filósofos) fue en el renacimiento, momento en que los tratados escritos en griego que componen el Corpus Hermeticum son llevados el siglo xv a Italia y traducidos, a la par que los Diálogos de Platón y las Enéadas de Plotino son también recuperadas y traducidas al latín, los diálogos de Hermes siendo considerados incluso más importantes que la obra de los mencionados filósofos griegos. Esto en paralelo al desarrollo de la figura de Trismegisto como contemporáneo o maestro de Moisés, como -junto con Zoroastro- el príncipe o primero de la Prisca Theologia (Teología Primordial), la tradición perenne que cuenta también entre sus exponentes a Orfeo y a Pitágoras, a Sócrates y a Platón, entre otros. El mencionado impacto que tuvo en el renacimiento la concepción hermética acerca de la divinidad, el universo y el ser humano, tres términos íntimamente emparentados de acuerdo con esta visión, fue enorme; asimismo el impacto que tuvo en la concepción acerca de la relación entre la mística y las ciencias y las artes, influenciando a las mentes más brillantes del período. La visión de Hermes Trismegisto se convirtió en un factor principalísimo, fundamental, para esa dinámica de renovación cultural que fue el renacimiento.
Al día de hoy hay acuerdo por parte de los especialistas que, si bien la mayoría de los textos corresponde a los siglos ii-iii d.n.e., habiendo sido escritos en griego, estos transmiten sabiduría originalmente egipcia mucho más antigua. Hay un núcleo sapiencial de la tradición textual que conecta directamente con la época del Egipto faraónico; de hecho, según los escritos mismos, el faraón Nechepso y su sacerdote Petosiris siendo de entre los principales receptores y propagadores de la revelación del “tres veces grande”. Revelación en la cual la astrología tiene un papel central: es la llave del camino de Hermes, el cual integra a la ciencia astral (astronomía y astrología) con la magia (como práctica de piedad cósmica), la medicina y la alquimia así como con cosmología, la metafísica y la teología en un sistema integral de desarrollo espiritual, acerca del cual continuaremos hablando en este blog en la siguiente publicación, así como acerca del papel central que tiene la astrología en en la revelación de Hermes Trismegisto, padre de los filósofos.
Si quieres saber más acerca de Hermes Trismegisto y la astrología, también puede interesarte nuestro próximo webinar, el sábado 23 de oct., a las 11 am (horario de la Cd. de México): https://www.facebook.com/events/193561759580146/?ref=newsfeed
(Tomado de Sacred Mirrors the Visionary Art of Alex Grey)
“Cuando el cuerpo astral humano es tomado por el sueño, se extiende al mundo de los astros. Este mundo, además, influye sobre el cuerpo astral incluso durante el estado de vigilia. En virtud de ello parece justificado darle el nombre de cuerpo astral.” Rudolf Steiner, La Ciencia Oculta en bosquejo.
La noción de un cuerpo astral, cuerpo sutil del ser humano, es tan antigua como intrigante. Esta supone la existencia de un fuego astral en nosotros, un ardor celeste que sutilmente nos impulsa a encontrar nuestro camino de vuelta a las estrellas, nuestro lugar de origen. El cuerpo o vehículo astral es la base de la teoría astrológica de las influencias o relación entre los planetas y los seres humanos. Vehículo pneumático y etérico, vestidura luminosa: se trata del medio por el cual el alma se relaciona con el mundo, con el cuerpo al encarnar, así como el medio por el cual el alma deviene divina, se asimila a dios. Este medio se identifica en cierto modo con la imaginación del ser humano, un aspecto metafísico y cósmico de nuestra actividad imaginativa; facultad u órgano de percepción cuya sustancia es la del éter estelar. Es precisamente esta naturaleza astral lo que posibilita al vehículo pneumático como medio de recepción sutil, como por resonancia analógica, de las influencias celestes en nuestras vidas.
H. Blavatsky, R. Steiner y M. P. Hall, A. Crowley y la Golden Dawn (siglos xix-xx), entre otros, o bien, antes que ellos, Paracelso, Agrippa y Ficino (siglos xv-xvi), todos ellos refieren al cuerpo astral o vehículo pneumático del alma de distintas maneras, aunque, en general, de un modo similar, y esto es así pues todos ellos, de manera más directa o menos, tienen una fuente en común de la que principalmente se origina la noción del cuerpo astral en lo que ahora llamamos la tradición occidental. Me refiero al filósofo, místico y astrólogo Proclo, platónico del siglo v de nuestra era, uno de los filósofos griegos de la antigüedad más importantes e influyentes en la historia de la filosofía occidental. Pues, aunque dicha noción se remonta hasta Platón y Aristóteles, de la tradición textual que se fue desarrollando en la antigüedad y conservando en su transmisión desde la época medieval y renacentista hasta la modernidad occidental, la concepción de Proclo (interpretando a Jámblico y a Siriano) fue la influencia decisiva y predominante. Conocido como el diádoco o “sucesor”, director de la escuela platónica de Atenas, fue Proclo quien específicamente llama “astral” al vehículo pneumático del alma, de acuerdo con los testimonios que conservamos.
Para Proclo, es por medio del vehículo que el alma actúa en el cuerpo y experimenta la realidad sensible, pero igualmente, tras su purificación, tanto ritual como ética, será por medio del vehículo que, en la teúrgia, en la práctica ritual de la mística astral, el alma recibe de los dioses las visiones benditas, hasta que en la culminación del éxtasis se une con ellos. Proclo llegará a hablar de dos vehículos del alma, los cuales son también concebidos como cuerpos pero más sutiles. Para el filósofo, el alma cuenta con un vehículo inmortal o cuerpo perpetuo, al que también llama luminoso (augoeidés), además de astral (astroeidés) y etéreo (aitherion, aithereidés). El segundo vehículo es como un cuerpo pneumático que, si bien no es inmortal, se mantiene vinculado al alma durante varios ciclos de rencarnaciones hasta ser plenamente purificado. Este segundo vehículo, por cierto, es comúnmente nombrado como “etérico” por la tradición moderna y contemporánea.
El vehículo del alma tiene un papel hermenéutico clave al respecto del ascenso y descenso celeste del alma entendido como un viaje imaginario: visionario. El alma, montada sobre su vehículo, navega por los cielos del mismo modo que los dioses navegan por los cielos sobre sus carrozas celestes (los planetas); cada uno encabezando un coro divino de diversos seres, de diferentes clases y jerarquías, quienes siguen al dios como a su guía. Navegación del alma por el mar de la imaginación del alma cósmica, los océanos estelares de las esferas planetarias.
Concluyo con una cita de Proclo acerca del vehículo del alma:
“Las almas particulares, al ser introducidas en el cosmos, son dispuestas de acuerdo con sus dioses líderes, y por medio de sus vehículos [astrales] se vuelven mundanas, imitando a los dioses que las guían; asimismo las criaturas mortales son fabricadas y vivificadas por los dioses de los cielos… pues el ser humano es un microcosmos; todas las cosas subsisten en él parcialmente, tal como el mundo las contiene de un modo divino y total. Pues hay en nosotros… un vehículo etéreo análogo a los cielos con el cual se haya coordinado, asimismo un cuerpo terrestre compuesto por los cuatro elementos”