El Sí-mismo es un término y noción filosófica y psicológica que refiere a nuestro ser, nuestra esencia o identidad esencial, centro y causa de nuestra conciencia, de la totalidad de nuestra experiencia. El sí-mismo es concebido como causa de nuestro auto-conocimiento y auto-observación, por esto, concebido también como un observador cuya naturaleza es ser pura observación: el ojo del alma, su centro: el Sol.
Podemos notar que, siendo una actividad de autoconciencia pura (observador cuya naturaleza es ser pura observación), dicha identidad esencial entonces no es personal sino cósmica. Si bien en cierto sentido podemos decir que el Sí-mismo es nuestro, en rigor no lo es, sino que, más bien, nosotros pertenecemos a este (del mismo modo que la vida no es realmente nuestra). Nuestro ser nos trasciende a nosotros en cuanto tales. Nuestra conciencia ordinaria, cuyos límites saturninos son la racionalidad discursiva, por su misma naturaleza nos separa del Sí-mismo; no es posible entenderle racionalmente (la parte no puede abarcar el todo, en tanto parte) pero sí podemos captarlo, conocerlo, verlo, viéndonos en sí-mismo: contemplación en la que sujeto y objeto del conocimiento se identifican, de acuerdo con la definición aristotélica clásica de la intuición o nóesis. Una experiencia directa de conocimiento; no indirecto como leer libros o por medio de argumentos, discursos o teorías; trasciende a estos, sin embargo, les requiere, los integra, no los excluye; una experiencia de conocimiento de alguna manera continua e íntimamente relacionada con nuestro estado ético, con nuestra condición moral o dependiente de nuestra virtud; relacionada, pues, con el grado de auto-conocimiento y cuidado de sí que nos hemos procurado. La nóesis, asimilada a una iluminación súbita, era concebida como una forma de racionalidad y pensamiento, de conocimiento, superior al de la racionalidad discursiva formal, aquello que única y exclusivamente se entiende por racionalidad y conocimiento en el occidente moderno hasta el día de hoy.
Para los griegos, noûs, inteligencia o intelecto (que no es lo mismo que razón), es el principio de psique (en un sentido metafísico y epistemológico), que como tal la trasciende; la integra a la vez que la supera. Esta noción clave de la filosofía y espiritualidad antigua fue adaptada como piedra angular por Carl Jung en su modelo psicológico (adaptación íntimamente relacionada con sus notables investigaciones astrológicas; ver su libro Aion. Contribuciones al simbolismo del sí-mismo), asimismo adaptando la noción clásica de auto-realización en su idea de individuación como finalidad del ser humano; aquello a lo que de manera innata tiende. Según ya señalamos, el Sí-mismo no nos remite a la individualidad personal. Se trata del punto donde el “yo” y el mundo coinciden como opuestos, siendo ahí donde se integran. Así pues, la auto-realización, ese proceso solar de llegar a ser lo que soy, la individuación, no es en un sentido personal sino que la personalidad ha de servir a este proceso. Aristóteles, para quien todos los seres humanos de manera innata tienden a la felicidad, define a esta como auto-realización, a la vez explicando que el término que emplea, en griego eudaimonía, que se traduce por tener un buen destino (o un buen daimon), esto significa tener una buena disposición, actitud, carácter, hábito, frente a la vida, frente a lo que nos impele, a lo que nos mueve, los dioses. Buena actitud, cabe añadir, siendo algo muy distinto de cuando coloquialmente hablamos así; bien, en el sentido ético, no en el sentido emocional, sentimental, que se le da corrientemente, tomando en cuenta, además, que dicho proceso de auto-realización es concebido como ineludiblemente político, nos involucra como miembros de una comunidad a la que nos debemos (algo muy distinto, sino es que opuesto, al individualismo personal, egoísta y vanidoso). Así pues, carácter es destino y destino es carácter. Es a esa finalidad de la vida a la que ha de servir la astrología, no solamente a nuestra necesidades narcisistas o para sentirnos bien (no habiendo nada intrínsecamente malo en ello). De modo que la astrología es una herramienta ética (en el sentido tradicional del término), espiritual; filosofía práctica.
En la carta astral el Sí-mismo está simbolizado por el Sol, pero también podemos decir que está simbolizado por el planeta que es el daimon, el regente de toda la genitura o natividad. Pero también, desde otra perspectiva, la carta entera simboliza el Sí-mismo, o incluso puede decirse que este se halla más allá de la carta en su totalidad. El Sí-mismo es un misterio tanto antiguo como contemporáneo, misterio que conlleva una búsqueda perenne por parte de los seres humanos y que hace del Sí-mismo un punto de encuentro entre la astrología tradicional y la moderna.
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