Hermes Trismegisto, profeta de la astrología (2da parte)

El hermetismo se concibe a sí mismo como una piedad filosófica, o religio mentis: una interpretación filosófica profunda del culto religioso que implica un progresivo conocimiento directo de la divinidad, experiencias místicas personales. La enseñanza hermética, más allá de lo teórico, supone posibilitar la gnósis (conocimiento), un desarrollo y ascenso espiritual progresivo. Para el hermetista la verdad no es un objeto de búsqueda intelectual sino una fuerza viva, una fuerza catalítica en sus vidas. En los tratados se contrasta la sabiduría revelada por Hermes con el “ruido de palabras” de la filosofía griega. La filosofía, que habría de ser comprendida como el esfuerzo por conocer a la divinidad mediante la contemplación frecuente y la santa piedad, se confunde con la mera especulación, cuando la ciencias habrían de ser solamente un medio, no un fin. Ahora, cabe aclarar que expresiones como éstas son hechas en griego y empleando argumentaciones filosóficas. De hecho, el hermetismo representado por los tratados del Corpus Hermeticum y los recuperados en la antología de Estobeo, o por el diálogo Asclepio (el único tratado que se conserva en latín, habiendo sido traducido del griego) y las Definiciones herméticas, es inseparable del platonismo, el cual también critica severamente la reductiva concepción de la filosofía a su aspecto racional formal, como meras teorías y discursos, alienada de su aspecto espiritual, intuitivo y práctico.

Hay que resaltar que también están íntimamente emparentados el llamado gnosticismo (en sus diversas variantes cristianas y judías) y el platonismo. El hermetismo es una forma de gnosticismo greco-egipcio, según ya hemos señalado. Estamos hablando del hermetismo clásico, digamos; el fenómeno original de la antigüedad, con el que difieren,  a veces más, a veces menos, desarrollos e interpretaciones posteriores, como la llamada Tabla Esmeraldina, un texto del hermetismo islámico medieval, o bien, casos tan tardíos como el llamado Kybalión, muy popular en el esoterismo comercial contemporáneo; texto que apenas y tiene algo que ver con el hermetismo salvo que es atribuido a Hermes Trismegisto, habiendo sido escrito por teósofos ingleses de principios del siglo xx (se conocen sus nombres), el cual texto se halla muy lejano (en sus teorías, terminología, visión o concepciones) de lo concebido por el “tres veces grande” (con lo cual no estoy cuestionando su valor, si es que lo tiene… no importa cuán popular sea el texto).

La visión que nos presentan los textos herméticos acerca de la divinidad, el cosmos y el ser humano, es una en donde hay un vínculo indisoluble entre estos tres términos, partiendo de la proposición básica de la unidad del universo: Todo es uno, todo deriva del uno. El cosmos ha sido creado para que el ser humano, por medio de este, pueda contemplar al creador, principalmente, admirando los cielos, empleando la astronomía/astrología. Al ser humano le corresponde asombrarse frente al cosmos y adorar las cosas celestes a la vez que habitar y gobernar las de la tierra; su función es la práctica de las artes y las ciencias para que el mundo alcance la perfección. La finalidad del ser humano es el servicio y la veneración de la divinidad; el trabajo de conservar el cosmos y ser piadoso para con dios. El ser humano conoce a los dioses al descubrir el arte de las imágenes; imágenes divinas producidas en coordinación con el logos astral y por lo tanto, efecto del mismo, resultado de la actividad de los dioses. En el caso del hermetismo, la creatividad divina es amorosa, la naturaleza erótica de la divinidad siendo como uno de los misterios centrales del hermetismo. No solo el ser humano desea conocer a la divinidad sino que la divinidad misma desea también ser conocida por el ser humano, a quien asiste en su búsqueda.

Mencionamos en la primera parte de esta publicación que en la revelación de Trismegisto, la astrología tiene un papel central; es la llave del camino de Hermes, el cual integra a la ciencia astral (astronomía y astrología) con la magia (entendida como como práctica ritual de piedad cósmica), la medicina y la alquimia, así como con cosmología, la metafísica y la teología, en un sistema integral de desarrollo espiritual. La contemplación cosmológica, el conocimiento acerca de los astros, tiene un carácter preliminar, intermediario y preparatorio para el conocimiento de lo divino. Los textos herméticos presentan una continuidad de la actividad divina en todos sus niveles superiores e inferiores, divinos y terrestres, donde todos los fenómenos están vinculados por la simpatía cósmica establecida por los poderes divinos que todo lo ligan, las energías de los planetas. Todo se haya entrelazado. Hay una heimarmene, un destino, entendido como la organización del todo, expresado por lo celeste como organizador de lo terrestre, destino ejecutor de todas las cosas, instituido por leyes divinas así como por la necesidad de que se cumplan todos los acontecimientos, enlazados entre sí como los eslabones de una gran cadena. El hermetismo enseña, mediante la contemplación y la práctica ritual, el ascenso hacia lo principal o primero, más allá del destino y la naturaleza, empleando para ello la observación del tiempo oportuno por medio de la astrología.La revelación del Padre de los filósofos es Mercurio hablándonos; “nuestro” Mercurio, el de nuestra carta astral, el que habla y piensa cada vez que nosotros hablamos y pensamos. Mercurio nos enseña cómo emplear correctamente nuestro Mercurio, cómo trabajar espiritualmente con él. Si quieres saber más acerca de Hermes Trismegisto y su filosofía espiritual de la astrología, puede interesarte nuestro próximo webinar, el sábado 23 de oct., a las 11 am (horario de la Cd. de México):  https://www.facebook.com/events/193561759580146/?ref=newsfeed

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