“Cuando el cuerpo astral humano es tomado por el sueño, se extiende al mundo de los astros. Este mundo, además, influye sobre el cuerpo astral incluso durante el estado de vigilia. En virtud de ello parece justificado darle el nombre de cuerpo astral.”
Rudolf Steiner, La Ciencia Oculta en bosquejo.
La noción de un cuerpo astral, cuerpo sutil del ser humano, es tan antigua como intrigante. Esta supone la existencia de un fuego astral en nosotros, un ardor celeste que sutilmente nos impulsa a encontrar nuestro camino de vuelta a las estrellas, nuestro lugar de origen. El cuerpo o vehículo astral es la base de la teoría astrológica de las influencias o relación entre los planetas y los seres humanos. Vehículo pneumático y etérico, vestidura luminosa: se trata del medio por el cual el alma se relaciona con el mundo, con el cuerpo al encarnar, así como el medio por el cual el alma deviene divina, se asimila a dios. Este medio se identifica en cierto modo con la imaginación del ser humano, un aspecto metafísico y cósmico de nuestra actividad imaginativa; facultad u órgano de percepción cuya sustancia es la del éter estelar. Es precisamente esta naturaleza astral lo que posibilita al vehículo pneumático como medio de recepción sutil, como por resonancia analógica, de las influencias celestes en nuestras vidas.
H. Blavatsky, R. Steiner y M. P. Hall, A. Crowley y la Golden Dawn (siglos xix-xx), entre otros, o bien, antes que ellos, Paracelso, Agrippa y Ficino (siglos xv-xvi), todos ellos refieren al cuerpo astral o vehículo pneumático del alma de distintas maneras, aunque, en general, de un modo similar, y esto es así pues todos ellos, de manera más directa o menos, tienen una fuente en común de la que principalmente se origina la noción del cuerpo astral en lo que ahora llamamos la tradición occidental. Me refiero al filósofo, místico y astrólogo Proclo, platónico del siglo v de nuestra era, uno de los filósofos griegos de la antigüedad más importantes e influyentes en la historia de la filosofía occidental. Pues, aunque dicha noción se remonta hasta Platón y Aristóteles, de la tradición textual que se fue desarrollando en la antigüedad y conservando en su transmisión desde la época medieval y renacentista hasta la modernidad occidental, la concepción de Proclo (interpretando a Jámblico y a Siriano) fue la influencia decisiva y predominante. Conocido como el diádoco o “sucesor”, director de la escuela platónica de Atenas, fue Proclo quien específicamente llama “astral” al vehículo pneumático del alma, de acuerdo con los testimonios que conservamos.
Para Proclo, es por medio del vehículo que el alma actúa en el cuerpo y experimenta la realidad sensible, pero igualmente, tras su purificación, tanto ritual como ética, será por medio del vehículo que, en la teúrgia, en la práctica ritual de la mística astral, el alma recibe de los dioses las visiones benditas, hasta que en la culminación del éxtasis se une con ellos. Proclo llegará a hablar de dos vehículos del alma, los cuales son también concebidos como cuerpos pero más sutiles. Para el filósofo, el alma cuenta con un vehículo inmortal o cuerpo perpetuo, al que también llama luminoso (augoeidés), además de astral (astroeidés) y etéreo (aitherion, aithereidés). El segundo vehículo es como un cuerpo pneumático que, si bien no es inmortal, se mantiene vinculado al alma durante varios ciclos de rencarnaciones hasta ser plenamente purificado. Este segundo vehículo, por cierto, es comúnmente nombrado como “etérico” por la tradición moderna y contemporánea.
El vehículo del alma tiene un papel hermenéutico clave al respecto del ascenso y descenso celeste del alma entendido como un viaje imaginario: visionario. El alma, montada sobre su vehículo, navega por los cielos del mismo modo que los dioses navegan por los cielos sobre sus carrozas celestes (los planetas); cada uno encabezando un coro divino de diversos seres, de diferentes clases y jerarquías, quienes siguen al dios como a su guía. Navegación del alma por el mar de la imaginación del alma cósmica, los océanos estelares de las esferas planetarias.
Concluyo con una cita de Proclo acerca del vehículo del alma:
“Las almas particulares, al ser introducidas en el cosmos, son dispuestas de acuerdo con sus dioses líderes, y por medio de sus vehículos [astrales] se vuelven mundanas, imitando a los dioses que las guían; asimismo las criaturas mortales son fabricadas y vivificadas por los dioses de los cielos… pues el ser humano es un microcosmos; todas las cosas subsisten en él parcialmente, tal como el mundo las contiene de un modo divino y total. Pues hay en nosotros… un vehículo etéreo análogo a los cielos con el cual se haya coordinado, asimismo un cuerpo terrestre compuesto por los cuatro elementos”
Proclo, Comentario al Timeo, I, 5, 1-18.
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